Historia
En una soleada planicie de la Baja Alcarria, entre los fértiles valles del Tajo y del Tajuña, se extiende uno de los conjuntos urbanos con mayor profusión de edificios y obras de interés artístico de la Comarca, a través de los cuales podemos repasar con detenimiento destacadas páginas de siglos pretéritos y la evolución de la historia de esta singular población.
Situada sobre un altozano, a 720 m. Sobre el nivel del mar, se levanta señorial en un paisaje de olivares y viñedos de lumínicas reminiscencias mediterráneas Mondéjar. Se apiñan sus edificios, de limitada altura, apretados, trepando la breve cuesta o sinuosos acompañando la leve senda en suave pendiente.
Su arquitectura urbana se nos muestra, peculiar e interesante, en una cambiante mezcla de edificios remozados y restaurados con otros que llevan sobre sus estructuras todo el peso secular de la historia, exponente de una población emprendedora que se está moviendo y adaptando a los nuevos tiempos.
SIGLO XVI
En el siglo XVI, con 800 vecinos, la villa de Mondéjar alcanzó el mayor esplendor de su historia. Cabeza del gran marquesado, incluía en él la llamada «provincia de Almoguera», que además de ese pueblo incluía las villas de Albares, Brea y Fuentenovilla, y las aldeas de Driebes, el Pozo y Mazuecos. Además caían en el territorio del marquesado los lugares de Valfermoso, Fuentelviejo, Aranzueque, Loranca, Armuña, Meco, Miralcampo, Azañón y Viana [Mondéjar].
La consideraban entonces «tierra fría y sana», con la suficiente leña de encina y roble, que procedía de dos amplias dehesas comunales: el robledal de levante con mucha caza, y el encinar de poniente, de tierra áspera y pedregosa, aunque incluyendo en su área valle del Tajuña con álamos blancos y negros, huertas y algunas fuentes.
Era muy destacada entonces la gran fuente de agua salobre del centro de la villa, y se mencionaban pozos en muchas casas. A una legua del pueblo estaba la Fuente de Marimingo, que se tenía por muy saludable para cuidar el riñón y limpiarle de piedras y enfermedades.
En este siglo, Mondéjar se dedicaba extensivamente a la agricultura del cereal: se cogía mucho «pan» (trigo) pero también aceite, mucho vino y muy bueno, y delicado: acense algunos muy escogidos, que se llevan a la Corte para la gente ilustre». Se cultivaba abundante el azafrán, se fabricaba jabón que era famoso toda Castilla, había manufacturas de «frazadas blancas», y se criaba el ganado lanar y cabrío, sin olvidar «las gentes de granjerías», los comerciantes y arrieros, que eran numerosos en Mondéjar. La sal se traía de Belinchón y Valdilecha.
Se celebraba en el otoño avanzado la famosa Feria de San Andrés, que duraba 10 días antes y 10 después del día del santo, reuniendo gran copia de gente en la villa, llegados de lejanas tierras, y compitiendo con Tendilla en la riqueza de sus ofertas. Los jueves, desde tiempos medievales, tenía lugar su semanal mercado.
Ya entonces del castillo mondejano solo quedaba el recuerdo, con «unos cimientos, y rastro de haber habido una fortaleza, que parece ser de Cal, y Arena, y muy fuerte que se ve en la faz de la tierra, y ambos cimientos muy hondos: esta cercado este Pueblo de una cerca de tierra muy recia, y fuerte aunque por algunas partes esta caída por su antigüedad».
Orgullosos estaban sus vecinos especialmente de su iglesia parroquial, de la que decían «se llama Santa María Magdalena, es muy grande, de hermosísima arquitectura toda la techumbre y crucería tiene un hermoso y costoso retablo, que costó cuatro mil y cuatrocientos ducados: es de los buenos de esta Provincia: tiene una buena y bonita Torre abastecida de Campanas: y la Iglesia provista de Ornamentos de Brocado, y seda, y mucha plata, y entre las Joyas hay una Cruz maravillosa. La Sacristía es muy hermoso edificio». Y el monasterio franciscano de San Antonio era otro de los orgullos de Mondéjar en el siglo XVI, pues estaba de ordinario ocupado por unos 40 frailes. En este monasterio, se decía en las Relaciones Topográficas enviadas a Felipe II en 1581, «hay un entierro costoso de los señores Marqueses de la Villa; y también están enterrados el ilustrísimo Sr. D. Luis Presidente que fue de el Consejo Real de su Majestad, y su mujer la Marquesa D Catalina persona de muy Santa vida: y el ilustrísimo. Sor. Marques D. Iñigo Virrey que fue de Nápoles». Y entre las ermitas destacaba la de San Sebastián, de obra curiosa, y de especial devoción, por las Capillas subterráneas, en donde se admiran y veneran los pasos de la Pasión de nuestro Redentor, que están muy contemplativas.
El favor continuo de los marqueses, sus estancias frecuentes, tanto de los titulares como de sus hijos, en el palacio construido junto a la iglesia, y adornado de magníficos salones, escudos y jardines, dieron a Mondéjar una solemne fama en la Castilla del Renacimiento. Sus señores pusieron esos elementos arquitectónicos en modo tal que sin exageración puede llamarse a Mondéjar cuna del Renacimiento.
SIGLO XVII
Según el Vecindario de Castilla de 1591, Mondéjar tenía 818 vecinos y unos 3.300 habitantes pero enseguida sufrió las consecuencias de la mortalidad provocada por la peste castellana en la Alcarria en 1599. Asimismo, Felipe III decretó la expulsión de los moriscos (que habían llegado a Mondéjar y a otros lugares de la Alcarria, como Pastrana, deportados en 1570 desde Granada tras su rebelión) provocó la salida de 34 familias (129 personas) en 1610. La decadencia económica y la despoblación general de Guadalajara afectaron naturalmente a Mondéjar.
SIGLO XVIII
Anteriormente hemos visto, por la Relación que los mondejanos hicieron por mandato de Felipe II, la situación demográfica, política, social y económica de nuestro pueblo en el siglo XVI. Ahora, por un camino idéntico; es decir, por la Relación que pidiera a cada pueblo el excelentísimo señor don Zenón Semodevilla, marqués de la Ensenada, sabemos la situación de Mondéjar en este siglo.
Este estudio, proyecto o mandato empezó a cumplirse el 25 de abril de 1752. Por la contestación que cada pueblo diera se indicó la situación demográfica, política, social y económica de España. Téngase en cuenta, no obstante, que Mondéjar era una cosa especial, pues los marqueses eran todavía sus dueños y señores, aunque ya algo disminuido este Señorío, si bien conservaban todavía, como en el siglo XVI, el poder de elegir y nombrar al alcalde mayor, que era, al mismo tiempo, el administrador de las rentas del marqués, y los representantes de la Justicia, actuación por la que recibía tres cientos reales anuales. Los marqueses residían en Madrid y su vida mondejana la hacían en su gran palacio.
De esa Relación se deduce que las fuentes de riqueza mondejana eran, como es natural, la agricultura, tierras todas de secano, con excepción de la existente en la ribera del Tajuña. Producían lo propio del campo: trigo, cebada, centeno, anís, avena, hortalizas, viñas y olivos; todavía en estos tiempos existía el llamado robledal. Un capítulo importante, en el sentido económico, era el ganado con mulas, machos, pollinos para la labor y arriería, con 58 arrieros; ganado lanar, churro, cabrío, con sus doce pastores y otra docena de zagales; de cerda, para el consumo familiar y venta en tiendas populares; ganado mular cerril, caballos y potros para vender. Industrialmente, cabe señalar un molino de sacar cera para el uso de la casa, una jabonería en desuso, siete molinos aceiteros y solamente doce colmenas, cosa rara en Mondéjar por hallarse en la auténtica Alcarria, si bien sea en sus últimas estribaciones. Las demás ocupaciones tenían carácter mercantil y manual: dos fabricantes de paños, siete tejedores de lienzo y dos tratantes de la tenería del marqués, dos mesoneros, un tendero de pescado y aceite, otro de mercería de gran actividad, especialmente en las ferias de San Andrés, con un par de carreteros para el transporte. Había un herrero, un botero, tres herradores, siete sastres y seis zapateros. La construcción tenía carácter rural. Había dos médicos; existía un especialista oculista, al parecer el único en toda la provincia de Guadalajara, y un cirujano, equivalente, poco más o menos, al actual practicante, y un boticario.
La parroquia estaba perfectamente atendida con sacristán mayor, sacristán menor y organista.
Mondéjar tenía en esta época de 1752 trescientos treinta vecinos, vecindario pequeño en comparación con los ochocientos que hemos visto tenía en el siglo XVI, en 1581. Dos razones pueden darse para explicar esta diferencia de densidad de población: sea la primera que, como hemos visto en la Relación de Felipe II, Mondéjar tenía a distancia de una legua algunos pueblos despoblados, como Catueña, Concuela, Aradueña, Anos, Baldormeña y Fuentespino, y los supervivientes de las pestilencias, posiblemente, figuraban en el censo mondejano. Otra razón podría ser que de Mondéjar salieron treinta y cuatro familias moriscas, compuestas de ciento veintinueve personas, expulsadas por Felipe III hacia el año 1610, familias venidas aquí y otros pueblos, como Pastrana, después de la rebelión de las Alpujarras. Por cierto, que hay historiadores que atribuyen a estos moriscos el destacado estado industrial mondejano en aquella época.
SIGLO XIX
La guerra de la Independencia contra los franceses afectó me nos duramente a la villa (a pesar de las importantes luchas entre franceses, acuartelados principalmente en Guadalajara, Brihuega, Arganda o Cuenca, y guerrilleros como Villacampa en Sacedón o el gran Juan Martín Díaz El Empecinado) al ser la principal preocupación de los franceses el control de las carreteras que unen Guadalajara con Zaragoza o Guadalajara con Cuenca.
Tras la muerte de Femando VII. Mondéjar sería durante breve tiempo la capital de los carlistas en la llamada Guerra de los siete años o primera guerra carlista. El pretendiente D. Carlos formó parte de la llamada Expedición Real en la que sus tropas llegarían a Arganda y la muralla de Madrid el 13 de septiembre de 1837.
Retirados el mismo día a Mondéjar, pasaron allí el 15 y 16, uniéndoseles en la villa más de mil voluntarios realistas alcarreños (algunos con uniformes y armas) que llegaron comandados por curas y vecinos influyentes. Aunque Cabrera llegaría a ocupar brevemente el 17 por la mañana Guadalajara, el general Cristino Espartero derrotó a la Expedición en Aranzueque el 19, y los carlistas tuvieron que retirarse por Hontoba, Hueva y Tendilla hacia Brihuega el día 20. Durante la desastrosa retirada, los voluntarios alcarreños volverían escarmentados a sus casas.
Durante la Desamortización de Mendizábal se censaron en Mondéjar 2.077 habitantes. La venta de los bienes del clero por efecto de la Desamortización indica que el edificio del Convento Franciscano de San Antonio (deshabitado en 1836) fue tasado en 1843 por 17.120 reales y vendido por 30.000. Los monjes eran pobres y se cita que sus efectos apenas tenían valor y «se repartieron a los pobres» al no poderse vender a precio alguno.
P. Madoz en su conocido Diccionario (1845-50) indica que Mondéjar pertenecía al partido de Pastrana, tenía 556 vecinos (unos 2.224 habitantes), un mercado semanal (que se celebraba en esta época los lunes) y una feria el 30 de noviembre (San Andrés).
Vides y cereales ayudaban al sostenimiento de su población.
En la tercera guerra carlista hubo partidas itinerantes por la Alcarria en 1873-74 pero no hubo combates importantes en las cercanías.
SIGLO XX
Al siglo XX le podemos llamar con justicia el siglo por antonomasia del progreso, pudiendo decir con verdad que con él ha nacido un mundo nuevo. Mondéjar ha marchado desde el primer momento al compás de este tiempo.
Muy a primeros del siglo se realizó la instalación de la luz eléctrica, instalada en la antigua fábrica de harinas “Las Mercedes”. Poco más tarde se instalaron las estaciones o centrales de Telégrafos y Teléfonos, y, una línea de ferrocarril de vía estrecha de Madrid a Caminreal, en el Central de Aragón, ferrocarril que, después de terminada la guerra civil, dejó de funcionar, al parecer por razones de improductividad a la compañía, siendo reemplazado por una línea de autobuses con tres viajes diarios a Madrid, ida y vuelta.
Mondéjar, a estas alturas de 1981, en que se escribe esta pequeña historia, está al nivel de cualquier población española de carácter rural en la modernización de los medios de comunicación, con sus doscientas bicicletas, ochenta y cinco motocicletas, sesenta y dos furgonetas, trescientos coches de turismo, sesenta y tres camiones de gran tonelaje; en los medios modernos de la producción, con sus sesenta y cinco tractores y nueve cosechadoras, suficientes para hacer frente a las necesidades del campo mondejano; en la pavimentación y embellecimiento urbano; en la distribución y servicio a domicilio del agua, gozando al mismo tiempo de todas las comodidades y confort de los tiempos: frigoríficos, radio, televisión y calefacción moderna.
Cuenta con su gran riqueza cerealista, vitícola y olivarera, que se coloca hoy sobre todos los pueblos de la comarca con su producción vitícola para llenar su cooperativa vinícola, más siete bodegas particulares, pudiendo calcular que la cosecha de uva alcanza los ocho millones de kilogramos. En el sector cerealista cabe señalar una producción de cerca de dos millones de kilogramos de cereales y leguminosas; y en el sector olivarero, con sus tres fábricas de aceite, se puede calcular, aproximadamente, una producción anual de dos mil kilogramos de cosecha propia, llegando la molturación de aceituna importada a siete millones. Se cuenta con una delegación de Extensión Agraria.
En el transcurso de estos últimos años se ha dado un mayor auge a la construcción de viviendas e industrias particulares y socia les, entre las que está la Cooperativa Local del Campo “Santa María Magdalena”, las viviendas de particular construcción y explotación en venta y alquiler, modernas, y la Cooperativa de Viviendas del Santo Cristo del Calvario, con sus sesenta piezas para Otros tantos mondejanos, que han sido financiadas por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja.
El problema de la enseñanza está satisfactoriamente resuelto con sus dos grupos escolares, con un total de veinte profesores de EGB, y un Instituto de Segunda Enseñanza, habiendo conseguido la extirpación del analfabetismo; como también está debidamente atendido el problema de la Sanidad local, con dos médicos titulares, un inspector farmacéutico municipal, un ayudante técnico sanitario (vulgarmente, practicante) y un inspector veterinario.
Siguiendo la costumbre de sus antepasados, muchos mondejanos se dedican al trato y a la granjería, que diría la Relación Topográfica de Felipe II, con extraordinario movimiento transportista con muchas unidades y de gran tonelaje, habiendo desterrado por completo los carros y reatas que existían a principio de siglo.
Religiosamente, Mondéjar goza, como hemos visto, de la mejor y mayor iglesia parroquial de la provincia de Guadalajara, y aun nacional, de ámbito rural. Existe una sola parroquia, de Santa María Magdalena, con párroco y un coadjutor, poseyendo un gran surtido de elementos del culto en ropas y alhajas de los siglos XV, XVI y XVII, en armonía con la grandiosidad del templo y de la historia y mecenazgo de sus marqueses.
Hoy, a partir del año 1956, hasta cuya fecha perteneció a la diócesis de Toledo, es de la diócesis de Sigüenza-Guadalajara. La religiosidad de los mondejanos, si bien cabe más todavía en intensidad y amplitud, es de una realidad consoladora, teniendo como imán irresistible de amores cristianos la devoción y culto al Santísimo Cristo del Calvario, cuya fiesta se celebra masivamente el 13 y 14 de septiembre, destacando el acto, eje de la fiesta, de la entrada del Santo Cristo en el pueblo, traído desde la ermita en la tarde del día 13.
HERÁLDICA
La palabra Mondéjar es de etimología románica aunque presenta un indudable origen árabe. La raíz se refiere a “monte” y la desinencia puede referirse a “hijar”, “tejer” o “tejar” que en definiti
va viene a significar “lugar pedregoso”. Sería pues, la definición de un monte de piedras. También podría referirse ese nombre por la existencia de un pequeño castillete o torreón, medio en ruinas que les sirviera de patrón para dar nombre al lugar.
También se le ha querido buscar, como palabra emparentada con “mudéjar”, en referencia a los árabes que quedaron en el territorio tras la repoblación castellana, o palabra árabe significando “cosa engañosa”, no tienen ninguna consistencia razonable.
El escudo de armas o heráldico del municipio, es de muy antigua tradición, y fue recientemente aprobado de forma oficial. Ofrece en campo de plata un monte de piedras de oro, sumando de una encina de sinople cargada de frutos de oro. Se timbra con una corona real cerrada, y suele llevar a los pies una cartela cerrada en forma de pergamino con el nombre de Mondéjar. Es el símbolo del pueblo, que ya se usaba en el siglo XVI, como consta de testimonios escritos.